miércoles, 9 de junio de 2010

Alcubilla Mayor del Acueducto de San Telmo










Hasta la construcción del acueducto de San Telmo entre los años 1782-1788 por iniciativa del obispo José Molina Lario, Málaga había arrastrado graves problemas para el suministro de agua de la población.

Sabemos que durante la dominación musulmana el curso del río Guadalmedina fue constante, ello junto con pozos repartidos aseguraba las necesidades de la población local.

Tras la toma de Málaga por los Reyes Católicos en 1487, gran parte de los bosques que la rodeaban fueron arrasados para dar paso a tierras de cultivo. Ello aceleró la erosión de los montes y por consiguiente las trágicas avenidas del Guadalmedina se hicieron habituales. Así a lo largo del siglo XVII tenemos constatadas numerosas “riadas” que además del coste humano, acarrearon verdaderos desastres económicos para la ciudad.

Durante el siglo XVI, el Guadalmedina había perdido su caudal pasando a ser un río estacional. Ello unido al aumento poblacional de la urbe, empezó a acarrear serios problemas para el abastecimiento de agua. Entre los siglos XVI y XVIII se sucedieron los proyectos para solventar este problema. Desgraciadamente la gran mayoría cayeron en saco roto.

A mediados del siglo XVI destaca la traída de aguas que se hizo del arroyo de la Culebra y el Almendral del Rey (zona del antiguo camino de Antequera). Esta canalización constituyó hasta la construcción del acueducto de San Telmo uno de los pocos aportes hídricos con los que contó Málaga. Estas aguas también eran conocidas como “de la Trinidad”, ello se debe a que el arca de distribución de las mismas se situaba junto al convento homónimo.

La idea de la traída de aguas desde el curso medio y alto del Guadalmedina (por ello un antecedente del acueducto de San Telmo), data al menos de 1664. En este año el cabildo intentó llevar a cabo una traída de aguas que finalmente no llegaría a llevarse a cabo por la falta de apoyo económico.

La falta de financiación también acabó por llevar al traste al que quizás fue el proyecto más decidido de los emprendidos hasta la fecha, es decir el del acueducto de la Fuente del Rey en Churriana, cuyas obras nunca llegarían a concluirse.

En 1780, tras una gran sequía, se volvió a retomar la idea de la traída de aguas del Guadalmedina desde el llamado Molino del Inca, a unos 11 kilómetros de la ciudad. Sin embargo el cabildo se veía incapaz de asumir el coste de una obra de tal magnitud. Fue gracias a la figura del obispo de la ciudad José Molina Lario, como pudieron ponerse en marcha las obras. Para costear la empresa el prelado se valió de sus rentas como obispo de la ciudad. Así nombró a José Martín Aldehuela como arquitecto.

Tras autorizar el rey Carlos III por Real Orden de 21 de septiembre de 1782, se iniciaron las obras del que estaba llamado a ser el fin de uno de los males de la ciudad. Pese a los obstáculos del terreno, Aldehuela supo llevar a cabo una obra que más allá de lo funcional, estaba dotada de gran monumentalidad. Así se tendieron molinos, respiraderos, alcubillas, alcantarillas, túneles y en torno a treinta puentes, siendo el que salva el arrollo de Humaina con sus setentaicinco metros de largo y sus cuatro arcos el más colosal.

Sobre su nombre decir que aunque al principio se le denominaba como acueducto de Málaga o de Molina Lario, al ser el Colegio Naval de San Telmo el que administraba sus beneficios, acabó adoptando este nombre.

Actualmente la obra podría dividirse en dos partes, una rural que llegaría hasta la finca de San José, y que se encuentra aún en uso, y otra urbana prácticamente desaparecida fruto del crecimiento de la ciudad (la mayor parte del recorrido en Málaga era subterráneo). Ello unido a una administración que no ha sabido velar por la conservación de esta infraestructura, se ha visto traducido en un monumento seccionado en partes sin aparente conexión entre sí. No han sido pocos los episodios destructivos contra este monumento declarado BIC en 2009.

En numerosas obras llevadas a cabo en ciudad jardín y en Capuchinos, han supuesto la práctica destrucción de gran parte del trazado urbano del acueducto.
Fruto de las presiones desde diversos ámbitos, el Ayuntamiento acometió recientemente la reparación del puente de Quintana (el más largo del acueducto con unos ciento setenta metros), aunque lamentablemente el plan no ha sido más ambicioso ni haya procurado la rehabilitación de otras partes del trazado.

La alcubilla mayor del acueducto se sitúa en la confluencia entre las calles Refino y la Carrera de Capuchinos. A partir de esta alcubilla el agua era repartida al resto de la ciudad mediante una serie de cañerías y conducciones que llegaban hasta fuentes (tanto públicas como privadas), algunos edificios nobles y hasta el puerto de la ciudad. Este pequeña construcción poligonal se cubre con un tejado acampanado y recuerda a través del escudo de su promotor y una placa la figura de Molina Lario.
Desde mediados del siglo XX, ha adoptado también la función de capilla callejera al contar con una pequeña hornacina con la imagen de la Divina Pastora, patrona de Capuchinos. Y este parece ser la función que tiene tan importante hito. Flanqueando la hornacina se plantaron sendas bouganvillas que han acabado ocultando la placa conmemorativa de su construcción además del escudo.

El acueducto de San Telmo, una de las grandes obras de ingeniería llevadas a cabo en la España del siglo XVIII, parece seguir esperando que desde las administraciones se aborde un plan integral de reparación de tan importante monumento.

En las imágenes pueden observar la alcubilla mayor del acueducto de San Telmo, la placa cubierta por la vegetación, la alcubilla mayor en los años cuarenta, y otra alcubilla que aún se encuentra en la plaza de la Merced (aunque fue trasladada a este lugar desde el vecino convento de la Paz).

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